Una tarde cualquiera, como tantas otras, Martina, de apenas 13 años, se acomoda en la silla del salón de clase con el teléfono en la mano, sumergida en el mundo digital donde todo parece seguro, familiar.

Habla con su nuevo amigo, Nico, de su edad y fan de las mismas películas, libros y canciones. Un alma gemela, increíblemente hallada en lo profundo de la interacción en el ciberespacio. Alguien que finalmente la entiende y le da bola.

Lo que no sabe, es que del otro lado de la pantalla quien la observa ni tiene su edad ni le interesa lo más mínimo la película favorita de Martina, e indudablemente no es Nico, el joven empático y compañero que ella cree.

No es un amigo ni un compañero de la escuela, sino un adulto que ha estudiado sus publicaciones, ha interpretado sus gustos y ahora avanza con una precisión perturbadora hacia su objetivo: ganarse la confianza de Martina, manipular sus emociones y, eventualmente, abusar de su vulnerabilidad.

Lo que Martina no sabe, es que está siendo víctima del grooming, una de las sombras más oscuras de la era digital.

Una notificación. Un mensaje amistoso de alguien que parece conocer todos los gustos de tu hijo. Una conversación inocente que de pronto se transforma en una telaraña de manipulación y peligro. Así comienza el grooming, que es el medio para lograr abusar sexualmente de un menor de edad; un fenómeno que se ha infiltrado en millones de hogares de todo el mundo, donde la pantalla del celular o la computadora se convierte en la herramienta de los depredadores. Mientras los adultos buscamos proteger a nuestros hijos de los riesgos del mundo exterior, muchas veces olvidamos que la amenaza más grave puede estar al alcance de un clic.

Grooming: la herramienta del depredador para captar niños, niñas y adolescentes

El grooming es un proceso de acoso y manipulación psicológica que un adulto lleva a cabo a través de medios tecnológicos para ganarse la confianza de un menor y lograr cometer un delito contra la integridad sexual (abuso sexual, violación, corrupción de menores, producción de material de abuso sexual infantil, etc.). Es un fenómeno que ha crecido de manera alarmante con la expansión de internet y las redes sociales. Los depredadores ya no necesitan estar físicamente cerca de sus víctimas; a través de la virtualidad, pueden crear una identidad falsa, adaptada cuidadosamente para atraer y engañar a niños y adolescentes.

Lo que hace al grooming particularmente insidioso es su sutileza. El agresor no entra en la vida del menor de forma agresiva o evidente. Primero se presenta como amigo, alguien confiable. En ocasiones, el groomer se hace pasar por otro adolescente, utilizando perfiles falsos para infiltrarse en la vida social del menor. Las conversaciones inician de manera inofensiva: hablan de música, videojuegos, de series populares. Lentamente, el tono cambia. El abusador comienza a hacer preguntas más personales, solicita fotos, sugiere intercambios de imágenes y, finalmente, llega el abuso psicológico y sexual.

Este proceso puede extenderse por días, semanas o meses, en los cuales la víctima no suele darse cuenta de lo que realmente está ocurriendo hasta que es demasiado tarde. El grooming no necesita contacto físico para causar daño. Las secuelas psicológicas en los menores que lo sufren incluyen ansiedad, depresión, culpa y, en muchos casos, vergüenza, lo que dificulta aún más que denuncien lo ocurrido.

Abuso sexual a distancia: cuando el peligro no tiene fronteras

El abuso sexual ya no requiere proximidad física. En la era digital, el crimen ha mutado. Los depredadores sexuales han encontrado en la tecnología un campo fértil para el abuso sexual a distancia. Este tipo de abuso ocurre cuando el agresor explota emocional o psicológicamente a la víctima, instigándola a participar en actos sexuales o compartir imágenes explícitas sin que haya contacto físico directo. En muchos casos, las víctimas son coaccionadas para grabarse o fotografiarse, material que luego es utilizando para recrudecer el chantaje y someterlas a un ciclo de abuso continuo, cada vez peor, con la amenaza de publicar el material y difundirlo a las personas cercanas a la víctima.

La expansión de plataformas de mensajería instantánea, videollamadas y redes sociales ha facilitado la comisión de estos delitos. Las barreras geográficas han desaparecido: un abusador puede estar a miles de kilómetros de distancia, y aun así, generar un impacto devastador en la vida de un menor de edad. Esta distancia, paradójicamente, produce una sensación de impunidad en los criminales, quienes creen que su anonimato en internet los protege de las consecuencias legales. Para los menores, en cambio, la distancia no disipa el daño; al contrario, lo amplifica, pues sienten que no pueden escapar de una amenaza omnipresente que se oculta detrás de cada mensaje.

Además, la naturaleza de este tipo de abuso lo hace especialmente difícil de perseguir. Es muy común que los agresores oculten su identidad detrás de perfiles falsos, utilicen programas para ocultar sus IP y tomen medidas para borrar cualquier rastro digital que los vincule a los abusos cometidos. En este contexto, las fuerzas de seguridad y los sistemas judiciales enfrentan un desafío formidable: la tecnología, que ha abierto infinitas posibilidades de comunicación, se convierte también en el refugio de quienes buscan explotar a los más vulnerables.

Depredadores online: protegé a tus hijos del grooming y otros peligros del mundo virtual

El esfuerzo empieza en casa

Ante este panorama aterrador, cómo podemos proteger a nuestros hijos e hijas del grooming y del abuso sexual a distancia?

No es tarea sencilla, pero tampoco es algo imposible. Existen diversas medidas que los padres, escuelas, plataformas tecnológicas y gobiernos pueden tomar para reducir el riesgo.

  • Fomentar la educación digital desde una edad temprana debe ser la piedra angular de cualquier estrategia de protección. Es esencial que los niños, niñas y adolescentes comprendan los riesgos que existen en internet y sepan cómo detectar comportamientos sospechosos, que no deben compartir información personal con desconocidos y ser conscientes de la importancia de la privacidad en las redes sociales. No se trata de infundir miedo, sino de fomentar un uso consciente y responsable de las tecnologías.
  • Establecer un diálogo abierto y sin juicios. Uno de los mayores obstáculos para prevenir el grooming es la falta de comunicación entre los menores y los adultos de referencia. Es importante que los niños y adolescentes se sientan cómodos hablando de sus experiencias en internet, sin miedo a que se les culpe o castigue. Muchas víctimas de grooming no hablan por vergüenza o miedo a que sus padres les retiren el acceso a la tecnología. Romper con este ciclo es fundamental.
  • Supervisar el uso de dispositivos tecnológicos. Los padres deben involucrarse activamente en la vida digital de sus hijos. No se trata de invadir su privacidad, lo que desaliento tajantemente, sino de acompañar el proceso de navegación, especialmente los primeros años. Establecer controles parentales, robustecer configuraciones de privacidad en redes sociales, monitorear el tiempo que pasan en línea y saber con quién interactúan son prácticas recomendadas.
  • Involucrar a las escuelas en la educación digital. La protección de los menores no es sólo responsabilidad de las familias. Las instituciones educativas también tienen un rol fundamental al incorporar contenidos sobre educación digital en sus programas de enseñanza. El uso responsable de internet y las redes sociales, la identificación de conductas abusivas en línea y la manera de denunciar situaciones de grooming deben formar parte de los currículos escolares. Las escuelas pueden ofrecer charlas, talleres y capacitaciones para que tanto los estudiantes como los docentes estén preparados para enfrentar estos desafíos.
  • Resguardar la información y denunciar. Inmediatamente cuando se descubre que un menor está siendo víctima de grooming o de algún tipo de abuso, lo primero que hay que hacer es resguardar toda la información que contiene el dispositivo que la víctima haya utilizado para comunicarse con el agresor, y hacer la correspondiente denuncia ante la policía o la fiscalía. Allí, se preservarán las conversaciones y todo el material que luego se utilizará para llevar a juicio y condenar al delincuente. Nunca se debe borrar ni alterar la posible evidencia.

En conclusión, la protección de los niños, niñas y adolescentes frente al grooming y otros peligros digitales es un desafío monumental, pero no inabordable. Requiere un enfoque integral que abarque desde la educación en el hogar hasta la cooperación de las instituciones educativas y del poder judicial.

El grooming no es un fenómeno que desaparecerá por sí solo; de hecho, seguirá evolucionando a medida que las tecnologías lo hagan. Pero si podemos equipar a nuestros hijos con el conocimiento y las habilidades necesarias para navegar con seguridad en el mundo digital, estaremos dando un paso crucial en la lucha contra este enemigo invisible.

Y en ese camino, la prevención será siempre nuestra mejor defensa. Porque en un mundo donde las distancias ya no nos protegen, debemos aprender a construir barreras más fuertes: las del conocimiento, la conciencia y la acción coordinada. Solo así podremos garantizar que los más jóvenes disfruten de las oportunidades que ofrece la tecnología sin caer en las garras de aquellos que buscan hacerles daño.