Cleofe de Rossi: La nonna que pisa fuerte
Está por cumplir 92 años y no la frena ni la pandemia. Gran hacedora, referente de la cultura italiana. Superó la orfandad, la guerra y eligió esta tierra para reconstruir su historia.
En la casona italiana que domina la esquina de Ameghino 505 me espera la "nonna" Rossi. Tal como lo hace con cada amigo que cotidianamente le hace una visita, me invita un café con grappa. Falta poco para que cumpla 92 años y pienso que es tiempo de que suelte prenda. La historia de vida de esta inmigrante italiana que llegó a Esquel a principios de los ´50 encadena tragedias y hazañas, pero en su modo de ser y relatar no se asoma una pizca de dramatismo.
Cleofe más bien tiene ojos pícaros, un humor que flota cuando hace una pausa en sus comentarios y provoca risas y sonrisas, a pesar de todo, a pesar de tanto. La veo bajar a tranco seguro la pequeña escalera que lleva al patio, sin permitirme que la tome del brazo. Vamos a la par. Recorremos el enorme jardín de su casa, la que ayudó a construir con sus propias manos, la que su marido Gelindo transformó en consulado italiano, la que también fue restaurant, hotel, lugar de fiestas, negocio de pastas y tantos otros usos, además de hogar familiar con fuertes raíces italianas.
Es Cleofe Teresa Poiana, nacida un 13 de julio de 1928 en Ziracco, viuda de Gelindo Rossi, pionero constructor de escuelas, puentes y rutas en la región. Su enérgico andar puede apreciarse cada año en el desfile de las colectividades, en el que representa a su amada región del Friuli natal, como parte de la Sociedad Italiana que ayudó a fundar.
Con ayuda de su nieto Diego, vamos reconstruyendo los capítulos más importantes de su vida. Ella se encoge de hombros cuando no puedo evitar preguntarle cómo vive la pandemia. No parece preocupada. "Vos te escapás a la calle -la acusa su nieto- El otro día la retaron porque se fue a la clínica para ver a una amiga que operaron, pero no podía estar ahí por el riesgo". "Me retaron bastante" acepta la nonna sonriendo, y sospecho que en el fondo no le importa. "Yo pasé los nazis", dicen que responde cuando tratan de advertirle por la pandemia.
Cleofe y su nieto Diego
Cleo y Gelindo eran del mismo pueblito, Grions del Torre, en Udine, norte de Italia. Cuando Cleo tenía 4 años falleció su mamá. El papá de Cleo había contraído deudas por la salud de su esposa y como no encontró trabajo se fue a África. Dejó a Cleo al cuidado de su tía. Pero el padre enfermó de malaria y regresó a Italia. El día que iba a visitar a Cleo en bicicleta le dio un infarto entre un pueblo y otro y falleció. Los fascistas se quedaron con su casa y Cleo quedó huérfana, separada de sus otros hermanos y a cuidado de sus tíos, quienes manejaban una hostería.
"Ella se enteró de la muerte de su papá dos meses después. Todas las noches iba a prenderle una vela al cementerio. Cuando viajamos hasta ahí y conocí el lugar le pregunté '¿cómo hacías para ir sola, con diez años a ese cementerio. No tenías miedo?' y me contesta "¿miedo de qué, si están todos muertos?″ relata su nieto, un apasionado de su historia.
La crianza de Cleo era estricta, creció junto a su primo hermano. "Me iba con el triciclo 13 kilómetros a la ciudad para hacer compras, las cargaba y vuelta a la casa, porque no venían a repartir" relata. Desde muy pequeña le acercaban un banquito para que llegara a revolver las ollas y servía en el comedor de la hostería. "Me tenían al trote" reconoce. "Hacíamos polenta, no la de un minuto, la que revolvés media hora -aclara- también estofado de conejo. Una vez cociné hasta gato. Los puse en dos fuentes distintas, en una el conejo y en la otra el gato: se terminaron antes el gato".
Cleofe de joven
Cleo creció en plena ocupación nazi de su pueblo. Recuerda cómo el fascismo les hacía cantar "Viva il duce, viva il re" en la escuela. El traumático episodio con los nazis sucedió una noche en la hostería cuando Cleo tendría cerca de quince años. Un grupo de alemanes estaba comiendo cuando ingresaron los partisanos, combatientes que formaban parte de la resistencia durante la segunda guerra mundial. Hubo un tiroteo entre ambos grupos y los partisanos escaparon. El tío fue a hacer la denuncia a un pueblo cercano, debido a que tenía que informar enseguida para que no lo acusen de cómplice. Entonces los alemanes los agarraron y apuntaron durante varias horas con sus ametralladoras. "Habían dado la orden de llevarnos a todos a un campo de concentración o sino prendernos fuego la casa con todos adentro". Finalmente, uno de los alemanes se compadece y los libera a cambio de su silencio. "Él también tenía familia. Me salvé por milagro. Me asusté tanto que estuve una semana sin poder comer" cuenta Cleo.
Mientras tanto, Gelindo estaba en el frente, combatió en Albania, Grecia, Francia, Yugoslavia y terminó en Kosovo. Al regresar, en el año 1949 se pusieron de novios, pero a los quince días Gelindo zarpó a América. La nonna me muestra su foto y me mira fijo: "¿Y? ¿era lindo o no era lindo Gelindo?" me pregunta.
Gelindo en el año 1942, en la guerra.
A partir de allí, comienza una correspondencia de tres años por carta. "Un mes para ir la carta y otro mes más para volver" recuerda Cleo "Después cuando nos encontramos le decía 'a ver quién mintió más en las cartas'". Gelindo pasó un tiempo con dos de sus hermanos en Ushuaia, pero se terminó el trabajo. En el año ´50 le sugieren que vaya a Esquel porque allí había trabajo en construcción de escuelas.
Las cartas que durante tres años se escribió con Gelindo
Finalmente, los tíos acceden al viaje de la sobrina a la Argentina para reunirse su novio, pero debía estar casada. Entonces Gelindo gestiona un casamiento a través de un poder a su hermano Amilcar con Cleofe. "El hermano ya estaba casado dos veces y bromeaba: es la tercera vez que me caso, basta!" cuenta la nonna divertida. Así se embarcó sola, a los 23 años, hacia Argentina, con la promesa de que estarían solamente dos años y regresaban a Italia. Nunca cumplieron con esa promesa. Solo volvieron de viaje, pero su lugar resultó ser Esquel.
El barco en el que viajó Cleofe al encuentro de Gelindo
"Si no veo a Gelindo no bajo" se dijo Cleofe desde el barco en Buenos Aires. ″Adónde me llevás, ¿al fin del mundo?″
"Acá no había nada" resume Cleo del Esquel del año 1952, en contraste con los pequeños pueblitos de su región, llenos de viñedos y muy cercanos entre sí. Lo primero que hizo Gelindo fue abocarse a la construcción de la escuela de la Aldea Escolar. De la vida en aquellos tiempos Cleo recuerda que "había que ir a buscar agua al río. Nos bañábamos con la pava. Para hacer compras yo cruzaba el río de Trevelin a caballo, porque no había puente, nunca me había subido a uno" recuerda.
Luego vino la construcción de la escuela 80 de Cholila, allí nació su primera hija. Al finalizarla Gelindo se trasladó a Pampa Chica para construir la Estancia Tecka. Allí nació la segunda hija de la pareja. "Me atendió un médico ruso de Tecka. Vivíamos en la caballeriza, entonces la mamá de Elvey Rowlands vio que estaba por tener familia y me llevó a su casa".
El galpón donde Cleofe daba de comer a los obreros de Gelindo
Luego de una vida nómade, se asentaron finalmente en Esquel cerca de los ´60. Comenzaron a construir la casa actual en un terreno que varios les advertían que era "puro mallín", mientras alquilaban cerca. Pero Gelindo estaba seguro de su elección. Un buen día de ese año, en plena construcción, sucedió el terremoto más fuerte del que se tenga memoria. Cleo tomó la bicicleta para llegar hasta la casa y vio que la columna central estaba en pie. "Hay buenas bases" pensó.
Así fueron construyendo de a poco la casa. Cleo se dedicaba a cocinar para los obreros de la empresa, que dormían en un galpón al fondo del jardín. También comenzó un criadero de conejos que aún hoy mantiene para hacer su clásico estofado de conejo con polenta. En una época en que Gelindo viajaba de lunes a sábado, Cleo decidió que no iba a esperar más que llegara su marido y un buen día se puso a hacer la mezcla para levantar las paredes del piso superior. Sabía construir y no podía quedarse quieta. "Hice los dormitorios de arriba-explica-Porque las dos chicas se estaban yendo a estudiar y quería tener cuartos para alquilar" explica. Cuando llegó Gelindo se encontró con la sorpresa de que había levantado paredes.
Cleofe y sus nietos
Cleofe cuando se reencontró con sus hermanos
Con el correr de los años, Gelindo vio la necesidad de gestar una delegación italiana en Esquel. Entonces la casona no solo era el hogar familiar, sino que comenzó a recibir a italianos o descendientes que querían hacer trámites. "Era ad honorem, Gelindo dedicaba unos días y horas por semana, por lo general a la noche. Se hacía todo a máquina y por teléfono. Había momentos en que caían a cualquier hora" recuerda Cleo. Durante varias décadas la casa funcionó como consulado italiano y cuando Gelindo ya no pudo seguir quedó a cargo de una de sus hijas hasta aproximadamente el año 2010.
Cleofe y amigas en Esquel
Paralelamente se embarcaron con varios amigos en la creación de la Sociedad Italiana. "Trabajamos como locos, hicimos ferias de platos, bailes, de todo lo que te imagines para juntar fondos" recuerda. Luego, surgió la creación del Fogolar Furlan, específico de la región. "Eso fue a finales de los ´80. El fogolar es un lugar donde los friulanos se reúnen a cocinar algo. Es un fogón o chimenea donde generalmente se ubica una olla con una preparación típica" explica Diego.
Las legendarias pastas de Cleofe
En la década del '80 Gelindo decidió cerrar la empresa de construcción. Cleofe ya no quería que viajara tanto y entonces montaron en su casa un emprendimiento de pastas caseras, por siempre recordadas en el pueblo. También habilitaron allí mismo un restaurante, en dos de los salones. La casona familiar, como seguía siendo costumbre, latía de tanta vida social.
"Acá estuvieron Teresa Parodi, Ramona Galarza, Horacio Guaraní se paró en esa escalera y empezó a cantar "Mamma son tanto felice" recuerda la nonna. Esas canciones, los aromas de la cocina, la espiritualidad que siempre la acompañó y las amistades que forjó lograron que Cleo construyera la vida que quería en la lejana Patagonia.
#EnVideoEQS Cleo canta "la juventud de Udine" en friulano, y también una versión propia "la juventud de Esquel".
Me despido de Cleo, sabiendo que quedaron muchas cosas en el tintero. Su nieto me cuenta que "por lo menos una vez por semana la nonna llama por el teléfono fijo a todos los parientes a Italia. Tiene la lista con todos. Se acuerda los cumpleaños. A veces la ayudo con algún llamado por whatsap, pero por lo general llama ella".
"No me llegó la cuenta del teléfono" acota la nonna, muy presente en la conversación. "Sí, llegó vieja, tres mil pesos".
"Bueno, vas a pagarlo vos" le responde Cleo, sonríe y me dice. "Total hay que darse los gustos".