Anécdotas de un camionero: Basilio Illef, la vida sobre ruedas con mucho para contar
Unió Esquel con Buenos Aires por décadas, asegura ser quien bautizó como "El Barco" a la particular formación rocosa del paraje Los Altares a la vera de la ruta 25, un corredor que no se cansó jamás de recorrer.
Basilio Illief nació en Esquel el 6 de julio de 1950 y es descendiente de búlgaros.
Su papá en la posguerra llegó con la corriente de inmigrantes que se establecieron en el oeste de Chubut para el duro trabajo que significaba hacer el tendido ferroviario de La Trochita.
Tiene facilidad para la charla y no tardamos ni dos minutos para entablar fluida conversación en el café de una conocida estación de servicio, no podía ser de otra manera."Todo esto empezó de muy chiquito, jugaba siempre a fabricar camiones con acoplado y a todos les llamaba la atención por lo bonitos que quedaban, un día agarro un triciclo de reparto que tenía mi papá y le puse un cartel que decía Esquel - Buenos Aires / Buenos Aires - Esquel jugando a ser dueño de un transporte" recuerda.
Con el tiempo, mi hermana se puso de novia con un camionero, se me dio por pedirle trabajo yo tenía 14 años y así empecé a trabajar como acompañante para aprender por tres años y medio de "lechuzón" como le decíamos al acompañante y ahí comenzó todo a los 17 años y medio sin carnet de conducir hasta que a los 18 lo saqué para empezar a bajar mercadería que venía desde Buenos Aires por Ferrocarril y yo hacía el reparto local de cargas pesadas y bolsas para transporte Moncá".
Luego Basilio rememora “La actividad me empezó a gustar mas cuando me fui después a trabajar con Simeoni manejando un Ford 700 cero kilómetro y aprendí a conducir máquinas durante un tiempo, después me casé muy joven y entro a trabajar en 1976 a Expreso Angélica por 20 años, según cuentas que saqué entre amigos, hice en toda mi trayectoria mas de 1.200 viajes, un total de 4.8 millones de kilómetros ida y vuelta entre Esquel y Buenos Aires" (NDLaR: unas mil veces la longitud de la circunferencia ecuatorial)!.
Fue allí con comenzó con los Mercedes Benz chicos (1114 - 1514 y otros hasta 1521) en época de zafra hacíamos transporte de lanas. Después se sumó la madera. pino chileno de Bariloche a la Costa Atlántica bonaerense y de ahí a Buenos Aires a buscar mercadería para clientes grandes como La Anónima y otros. “No dábamos a basto” señala.
Por supuesto que las anécdotas no pararon de aflorar y Basilio se largó con la primera
“Recuerdo que un invierno fuimos a Bariloche a buscar madera y nos quedamos diez días encajados en Las Bayas, Pilcaniyeu (Rio Negro) con barro y nieve. Como no pudimos sacar los acoplados el patrón nos dijo que saliéramos con el camión solo para Buenos Aires a traer otra mercadería, hasta que los pudo sacar otro empleado con mayor paciencia. En esos tiempos no existía el asfalto de hoy, íbamos a Bariloche por el viejo Cañadón de la Mosca, con mucho precipicio un lugar muy peligroso, no había guardrail, nada de protección y daba miedo la altura, es mas si alguien iba de acompañante no quería mirar para abajo. En partes del camino te cuento que las últimas ruedas del eje solían pasar en el aire sobre el precipicio y tratabamos de viajar de noche porque era mejor ya que veíamos las luces de los otros vehículos cosa que de día no ves hasta que te encontrabas frente a frente en un lugar angosto y uno de los dos tenía que retroceder”
El oficio tiene mucho de soledad hasta que llegaron buenas compañías “Varios viajes los hice solo y de forma continua con dos de mis hijos, Javier que tenía dos años y Cristian cuatro años tanto en invierno como en verano. El patrón no me decía nada de la decisión de llevarlos conmigo, los cuidaba mucho no los metía en los baños de las estaciones de servicio, los lavaba en un tanquecito de agua, les lavaba la ropita, les ponía un cordel y se me pasaba el tiempo para llegar a un lugar, me ponía nervioso y además no siempre tenía algo para darles de comer sinceramente, hasta que logré comprarles una tele chiquita y cuando me quedaba demorado en las entregas en Buenos Aires en los depósitos de Barracas esperando descargar la lana al lado del Riachuelo, le pedía a algún vecino un cable con corriente eléctrica para que puedan ver televisión” destaca.
“Era el único en esa situación, nunca vi a otros camioneros viajando solos con hijos chicos, algo que destacaban mucho mis patrones porque en verano sufrían con el calor y los mosquitos, la humedad en Buenos Aires, o el frío del invierno porque las calefacciones no eran las mejores por entonces.”
Campeando las condiciones meteorológicas más adversas
La tarea del camionero no es de las mas sencillas seguramente, porque existen varios factores que la pueden complejizar. Uno de ellos es el climático y sobre todo si hablamos de la crudeza de la Patagonia por su topografía y crudos inviernos.
Cuenta Basilio en este video que se tuvo que aventurar a conducir sin cadenas para la nieve a pedido de un patrón porque “se iban a romper las cubiertas” claramente por aquellos días las prioridades materiales iban por delante y eso lo convirtió en un as del volante sobre rutas congeladas.
Bautizando en el camino
Basilio en los largos recorridos de ida y vuelta por ruta 25, uniendo costa y cordillera tenía el paisaje de la meseta patagónica hiper conocido. Tan familiar que hasta le puso nombres "Yo les decía a mis nenes cuando eran chiquitos mirá... eso ha sido un barco que se petrificó, en ese sector cuando pasamos por Los Altares para acá... y quedó como "la subida del barco" y a todos les digo que esa subida la bauticé yo hace 40 años por lo menos " destaca.
De amigos y camaradería
La amistad entre pares es parte de la vida del camionero. Los asaditos no faltaban nunca.
En esa época se viajaba mas tranquilo “hoy el camionero va comiendo mientras maneja, no le dan tiempo que perder en la ruta, pero nosotros siempre en esa época parábamos a hacer un churrasco, un asado. Igual que los saludos, las guiñadas de luces, todos nos saludábamos y nos reconocíamos hasta parábamos a charlar, hoy en día no pasa eso”.
Más tarde recuerda que una vez pasando Bahía Blanca se cruzó con un amigo que apreciaba mucho y siempre parában a conversar. Los camiones eran iguales, por eso decían que eran mellizos, “charlamos tanto ese día que no nos dimos cuenta que quedaron los dos camiones cargados encajados en la banquina (risas) y no había forma de salir porque días antes había llovido mucho y el terreno era muy blando, eso fue en la zona de Pigüe en la provincia de Buenos Aires, hasta que vino alguien a sacarnos, todo por saludarnos” señala con una risa sostenida y casi nostálgica.
La era de las mujeres camioneras
La equidad de género y los cambios que se han dado en la sociedad también ha atravesado al rubro de los trabajadores del volante. Es cada vez es mas habitual ver mujeres en la ruta conduciendo enormes camiones, Basilio fue testigo de cómo se fueron insertando en esta actividad conociendo a las primeras “camioneras” a fines de los 80'sy comienzos de los 90's "Tengo unas amigas que son camioneras, ayer saludé a Caro "La Polaca" que es de Puerto Madryn, después tengo otra amiga en Misiones que maneja un Fiat 619, ella tiene un pequeño aserradero y anda llevando rollizos de un lado para otro.
“Las mujeres para manejar son cuidadosas, en Córdoba tenía otra amiga medio familiar mía y hace mas de cuarenta años atrás ya se dedicaba a esto, llevando huevos de Córdoba a Buenos Aires y hoy en día es algo muy común verlas”
Otra camionera por ejemplo trabajaba en el mismo transporte que su marido pero en camiones diferentes, a veces me la encontraba en la ruta en la zona de Mercedes porque llevábamos Caolín de la zona de Dique Ameghino yo solía ayudarla a plegar las lonas, también conocí al marido solíamos charlar mucho".
Accidentes y piratas del asfalto
Escenas de la vida en la ruta. En algunos momentos más frecuentes que otros pero siempre dentro de lo que puede suceder. “Me tocó asistir en muchos accidentes, me ponía mal y no soportaba si había criaturas, ayudé a mucha gente grande que quedaban tirados en la ruta, en choques impresionantes con decapitados... es terrible, muchas veces ayudé y eso te marca”
“Después lo que hay también son asaltos de piratas del asfalto a compañeros míos” relata Basilio y desarrolla una de sus tantas historias, aunque esta resulta especialmente violenta y dolorosa.
“Una vez estuvimos con un compañero comiendo un churrasquito, nos despedimos y al otro día se vuelve para su casa en zona de 9 de Julio, llevaba un acompañante que se baja a comprar algunas cosas, vienen dos pibes que lo asaltan y lo matan de dos tiros en el estómago… quedamos todos devastados. Un par de horas antes habíamos estado juntos pasándola bien. A mi solamente una vez me quisieron robar una noche y encima estaba con mis dos nenes durmiendo, cerca de Lobos (Bs. As.) me vaciaron los cajones de herramientas. Mi primer reflejo fue abrir apenitas las cortinas, puse primera sin que haga ruido, puse contacto, pisé el embrague, toco el botón de arranque y... largo el embrague acelerando a fondo para subir a la ruta durante 50 km circulando por el medio sin dejar pasar a nadie por miedo a que me persigan y nos disparen con un arma (ellos andaban en un auto), me asusté mucho porque iba con los nenes”
Historias de parajes y lugares
En la toponimia de los parajes ubicados a la vera de las rutas existen nombres muy particulares que van surgiendo a raíz de experiencias que tienen los viajeros, algunos derivados de historias de aparecidos o fenómenos inexplicables que en el boca en boca se convierten en relatos de dudosa veracidad y con el tiempo logran instalarse como mitos ruteros.
Un ejemplo es la de "La Curva de Los Gatos" que Basilio cuenta en relación a la experiencia que le tocó vivir a un colega pasando Los Altares, "se despertó en la noche cuando descansaba arriba del camión sintiendo ruidos y cuando se asoma había como cien gatos blancos sobre la cabina" un lugar que es lindo para parar y que elegimos todos porque en verano hay sombrita con río al lado.
Pero la ruta ofrece otro tipo de compañías.
“En una oportunidad me pasó a mí saliendo de noche de José de San Martín hace unos 37 años, iba cargado de lana decidí salir despacio de noche para Trelew para tratar de llegar temprano, mi hijo Cristian se durmió y cuando me quise acordar eran las tres de la mañana y vi una semejante luz inmensa, en ese lugar no hay casas ni nada que se le parezca, apareció una luz tan grande que subía y bajaba constantemente desde el filo de la loma subía y bajaba pero yo seguía avanzando en la ruta, hasta que en un momento hizo un resplandor mayor que la luz del día y lo desperté a mi hijo para que lo vea, él fue testigo”
Basilio recuerda que también circula una historia de unos camioneros de Buenos Aires que pararon a comer en la ruta cerca de Los Altares, ambos compañeros míos y a eso de las once de la noche sintieron algo que no era normal y se dan cuenta que aparecen en Paso de Indios, miran la hora y había pasado una hora o sea recorrieron como 100 km en un instante. “Hasta llegó un periodista de Buenos Aires a entrevistarlos por entonces” destaca.
Hay otro mito que se ha contado en varias oportunidades, es la historia de un camionero que estaba cambiando una cubierta cerca de Esquel y apareció repentinamente desnudo deambulando en Bahía Blanca, otro gran misterio inexplicable y una de las mas difíciles de creer.
Sobre el final de sus días al mando de un camión Basilio cuenta “Me retiré hace unos seis años cuando me jubilé, aunque lo seguí haciendo algunos años mas. Hoy en día todo es mas fácil, antes a nosotros nos tomaban para enseñarnos el oficio y hoy incorporan chicos jóvenes en los transportes porque les rinden mucho mas con camiones grandes, ligeros”.