Viñas de Nant y Fall, paraíso de viajeros
Un paso obligado en el camino que conquista los paladares con el calor y la generosidad de Sergio Rodríguez y familia. #EmprenderEQS
Por Milagros Nores
"Todo nace de las ganas, ni más ni menos".
Una mesa al sol, un río que viene cargado y bulle, una comida casera y la charla amena con Sergio Rodríguez es la postal diaria en su chacra a 15 kilómetros de Trevelin.
Viñas de Nant y Fall es muchas cosas: establecimiento agroturístico, ecocamping y viñedo + bodega, ubicada en la Ruta 259 en dirección a Chile.
Con los años se transformó en el oasis que espera con los brazos abiertos al visitante que transita por ese camino de ripio solitario y sin área de servicios cerca. Llegan hasta allí unos seis mil viajeros por año para comer al paso, probar los vinos y productos regionales, pasar la tarde junto a la laguna o acampar.
Como ecocamping -el primero con espacio para motorhome- ya es reconocido por una de las páginas de campamentismo europeo como el mejor de Sudamérica. Y actualmente vive un presente auspicioso como viñedo por la calidad de sus vinos jóvenes y frutados.
La costumbre de hacer cosas nuevas es una constante para esta familia. En cada visita hay un factor sorpresa, un cambio de escenario, un nuevo servicio, algo que se ha transformado para mejor. Solo un detalle permanece: el "placer de brindar servicios" como reza el lema del lugar.
Ficha Técnica de Viñas del Nant y Fall-Establecimiento Agroturístico
Emprendedor: Sergio Rodríguez y familia
Actividad: chacra agroturística, camping, viñedo y bodega
Antigüedad: nueve años
FB: Viñas del Nant y Fall Trevelin
La transformación de la tierra, contra todo pronóstico
Sergio es chef y profesor de escuela primaria. Llegó a la zona desde Mar del Plata, buscando calidad de vida y se enamoró a primera vista. Compró la chacra de 4 hectáreas con 500 metros de costa del arroyo y se instaló con Emanuel, uno de sus hijos. Luego lo siguió el resto de la familia, con quienes toman todas las decisiones sobre el lugar.
El camino fue arduo pero claro y empecinado, sin aflojarle al trabajo constante ni darle ventaja al descrédito de los consejeros de aquellos tiempos.
"Pusimos en práctica lo que familiarmente siempre mantuvimos, el demostrar que es posible transformar un área que daban por improductiva, llena de mosqueta, sin potencial. Había que encauzar el río, pero yo sabía que con agua todo era posible. Gracias a este arroyo nosotros regamos las vides, tenemos un sistema antihelada y mantenemos este parque verde como una cancha de golf" explica Sergio.
-¿Cuál fue la idea inicial al comprar la chacra?
-No sabíamos, pero teníamos en claro que no era solo vivienda, queríamos una unidad productiva, enfocada en actividades intensivas no tradicionales. La primera que surgió fue esa laguna artificial con la que hicimos piscicultura intensiva, cuando llegamos era un área degradada y nosotros la recuperamos. Manuel es técnico en acuicultura y procesamiento pesquero y todos los estímulos nos orientaron hacia ahí. Hoy en día la dejamos como una laguna artificial que le dio mucho valor al lugar. Tiene garzas, coipos, alevinos, y todos los que llegan la aprovechan mucho.
-¿El ecocamping funciona bien como unidad de negocios?
-Muy bien. Hay una sinergia entre lo que es el agroturismo con la vitivinicultura. Se retroalimentan una con otra. El área de servicios de motorhome no existía acá, nosotros generamos la oferta.
-¿Y cómo surgió emprender en el viñedo?
-Tuvo dos motivaciones. El puntapié inicial del viñedo fue redescubrir la loma sacando mosqueta. Nos habíamos propuesto un juego, cien mosquetas cada uno por día. Sabés las horas, los tiempos larguísimos que uno apoyado sobre la picota se iba imaginando esto como algo que tomaba vida, que iba a ser productivo. La loma tiene condiciones básicas para la vitivinicultura, una orientación norte que nos da una exposición pareja del racimo de uva con respecto al sol y después la inclinación permite un mayor aprovechamiento de los rayos que rebotan y vuelven al espacio.
"La segunda motivación fue la tradición familiar. Mis abuelos tuvieron viñedos en el norte de Italia. Me encontré a los cuarenta años con una pasión por una actividad con la que jamás tuve contacto y entendí que había sido transmitido hacia mí de algún modo"
-El vino fue una inversión muy arriesgada para la época y el lugar...
-Ya había antecedente de viñedos en la zona pero en Trevelin fui el primero. Suponíamos que los vinos iban a ser buenos, porque ese frío donde vivimos se encarga de potenciar esas características organolépticas del vino: aroma, sabor y color.
"Sobre la inversión, es menos importante de lo que se piensa. Una hectárea de viñedo con sistema automatizado para poder producir son 30 mil dólares la hectárea de producción".
#EnVideoEQS, el anfitrión de este remanso para el turista, Sergio Rodríguez resume el espíritu del lugar
El frío, el mejor aliado
Sergio investigó y estudió el clima y el suelo con gran minuciosidad y llevó sus conclusiones a Mendoza. Vio cuáles especies podían adaptarse a las heladas y con asesoramiento inicial del enólogo de Weinert, Darío González Maldonado, adquirió sus primeras especies de vid: Riesling, Gewurztraminer, Sauvignon Blanc -todas blancas- y Pinot Noir -variedad tinta y su mayor superficie cultivada.
"El primer vino fue muy emotivo, lo hizo mi hijo Emanuel. En 2016 fue la primera cosecha simbólica, sacamos 200 botellas, la segunda dos mil, la última siete mil. Hay un dato que no es menor: Emanuel no toma alcohol, pero todo eso nos jugó a favor porque tiene un paladar totalmente virgen. En ese primer vino fue guiado por Camilo De Bernardi que ya tenía montada en El Bolsón su bodega donde venía elaborando. El segundo año nos asociamos con otros productores y compramos el equipamiento".
"Hay que entender la vitivinicultura en estas latitudes. En el viñedo, todo es sacrifico: inversión en tecnología, gastos operativos, mayor mano de obra, más tiempo de espera, y un costo tres veces mayor que en Mendoza, pero en Bodega, todas son satisfacciones, nuestros vinos son distinguidos en el mundo" señala Sergio, orgulloso.
-¿Cómo comercializás el vino y cuál es tu proyección al respecto?
-Cuando Tim Atkin, tercer crítico del vino mundial, le dio a nuestro Pinot Noir 90 puntos, que equivale a una medalla de oro, lo calificó en 25 dólares. Eso genera que la gente vaya a las vinotecas a preguntar por tu vino. Nos contacta gente de todo el mundo para comprar, solo porque él lo puntuó. Hay que tener en cuenta que la cuarta cosecha en cualquier bodega los vinos son experimentales, no comerciales. En nuestro caso, a la segunda cosecha ya teníamos 90 puntos. Sin embargo, primero queremos preservar el vino en la chacra. No concibo que venga un visitante y no pueda llevarse una botella.
El resultado del vino Nant y Fall y su buen desempeño en ferias potenció la creciente necesidad de brindar un servicio gastronómico para el viajero, regado con buenos vinos. La demanda creció. "No damos abasto con las visitas guiadas al viñedo y a la bodega, este año vamos a poner audioguía" cuenta Sergio, que además es uno de los impulsores de la ruta del vino del Chubut.
Nos quedamos con su propio resumen: "Lo damos todo. Ponemos mucha pasión y amor desde la planta a la botella".
Imágenes: Viñas de Nant y Fall
Audiovisual: Cordillera Creativa