La tarde de noviembre tenía esa luz dorada que transforma los paisajes de Esquel en postales. Sonia acomodó la manta en el pasto junto a la Laguna La Zeta mientras sus hijos corrían recolectando piñas y riendo a carcajadas. Sacó su celular y grabó un video: “Los mellis en su hábitat natural”, bromeó para sí misma antes de subirlo a Instagram. La imagen mostraba a los niños saltando desde unas rocas pequeñas al agua. El sonido del viento se colaba en la grabación, y al fondo, los álamos que bordean el sendero parecían bailar en el reflejo de la laguna.

El posteo tuvo buena recepción. Los amigos dejaron comentarios divertidos; un primo de Trevelin le puso un par de emojis de aplausos. Pero dos días después, Sonia recibió un mensaje directo en su cuenta. “Qué lindo lugar. ¿Eso es cerca del mirador de La Zeta? Lo reconocí por las piedras. ¿Van seguido los domingos? Me encantaría verlos ahí”. El remitente no tenía nombre ni fotos en su perfil, pero su tono sugería una cercanía que Sonia no había autorizado.

El miedo se filtró como el frío que precede a las heladas nocturnas en la región. Cerró la aplicación, bloqueó al desconocido y puso su cuenta en privado. Sin embargo, esa sensación incómoda permaneció: ¿había hecho algo mal al compartir un momento tan cotidiano? En ese instante entendió que las redes sociales, que para ella eran un simple entretenimiento, también podían transformarse en un campo minado.

Intimidad y redes sociales: entre derechos y riesgos invisibles

El caso de Sonia refleja un problema creciente: la tensión entre nuestra vida privada y la exposición pública en plataformas digitales. En Esquel, como en cualquier rincón del mundo, el derecho a la intimidad está garantizado por el artículo 19 de la Constitución Nacional. Sin embargo, las redes sociales trastocan ese marco legal. Lo que alguna vez fue considerado "privado" —un paseo familiar, una tarde en el lago— se convierte en un contenido público, accesible para cualquiera con conexión a internet.

En Argentina, la Ley de Protección de Datos Personales (Ley 25.326) regula cómo se recopilan y usan nuestros datos, pero esta legislación nació en una época anterior al auge de las redes sociales. Hoy, plataformas como Instagram o Facebook manejan un volumen de información personal que excede cualquier previsión inicial de la ley. Cada publicación, cada clic y cada interacción contribuyen a un perfil digital que las empresas utilizan para fines comerciales, pero que también queda expuesto a usos malintencionados por parte de terceros.

El desafío radica en cómo protegemos nuestra intimidad cuando somos nosotros mismos quienes abrimos la puerta al mundo. Las publicaciones aparentemente inocuas, como el video de los mellizos en la Laguna La Zeta, pueden revelar más de lo que creemos: ubicación geográfica, rutinas, círculos sociales. Esto pone en evidencia la necesidad de una actualización normativa que contemple las nuevas realidades digitales, así como de una mayor educación sobre los riesgos de la hiperexposición.

En términos legales, los ciudadanos tienen derecho a exigir la eliminación de datos personales que circulen sin su consentimiento. Sin embargo, ejercer ese derecho requiere conocer los mecanismos disponibles y ser conscientes del alcance que tienen las redes sociales sobre nuestras vidas. Sonia, como muchos otros usuarios, no había reflexionado sobre estos temas hasta que sintió la fragilidad de su privacidad.

Consejos para los vecinos: cuidar lo que compartimos

Si bien no hay fórmulas mágicas para garantizar la privacidad absoluta en redes sociales, existen prácticas concretas que pueden ayudar a proteger la información personal sin renunciar a la conexión digital:

  1. Revisá las configuraciones de privacidad: En redes como Instagram o Facebook, ajustá quién puede ver tus publicaciones. Configurar tu cuenta como privada es un primer paso importante.
  2. Pensá antes de compartir ubicaciones: Evitá incluir información precisa sobre los lugares que frecuentás, especialmente si publicás en tiempo real. Las fotos pueden contener metadatos que revelan tu ubicación exacta.
  3. Evitá exponer a terceros sin su consentimiento: Antes de publicar fotos o videos de familiares, amigos o menores, reflexioná sobre si ellos aprobarían esa exposición. La ley protege a las personas de la utilización indebida de su imagen.
  4. Informate sobre tus derechos: La Agencia de Acceso a la Información Pública ofrece recursos para quienes necesiten denunciar el uso indebido de sus datos. Consultá su sitio web para conocer más sobre tus derechos digitales.

Recomendaciones culturales para reflexionar sobre la intimidad en el mundo digital

Esquel, con su ritmo tranquilo y paisajes majestuosos, parece un refugio lejos de los peligros digitales. Sin embargo, el alcance de las redes sociales no tiene fronteras. Para profundizar en esta problemática y fomentar un uso más consciente de las plataformas, te propongo:

  • Libros: Privacidad es poder de Carissa Véliz, una obra fundamental para entender cómo proteger nuestros datos en un entorno donde todo está conectado.
  • Cine y series: The Social Dilemma (2020) expone las estrategias de las plataformas para captar nuestra atención y comercializar nuestros datos. También, Black Mirror aborda los límites éticos de la tecnología.

Sonia aprendió una lección importante aquella tarde en La Zeta. Volvió a disfrutar de los paisajes y las risas de sus hijos, pero esta vez sin compartirlo todo. 

Ahora sabe que lo más valioso de esos momentos no es la cantidad de likes que reciben, sino conservarlos como tesoros íntimos, lejos del alcance de extraños. 

Porque en un mundo hiperconectado, cuidar nuestra privacidad no es solo un derecho: es un acto de amor propio y de protección hacia quienes más queremos.