Francisco Camino, derrotar el miedo y animarse a bailar
Plantarse y elegir. El relato de un joven que se animó a la danza y se la jugó. Con 17 años dejó Esquel y se forma en la Fundación Julio Bocca. #Miralo bailar
"Me negué a la danza toda mi vida. Por miedo, por prejuicio. Pasé por un proceso muy complejo para poder decir en un instituto de danzas 'hola, quiero bailar'".
Me topé con Francisco Camino una vez en una clase de Contemporáneo, donde claramente no pasó desapercibido: primero porque era el único varón en una clase de danza moderna, pero además tenía actitud y potencia para bailar.
No podía imaginar que Francisco hacía solo dos años que se había dado el permiso -después de un largo proceso- de aprender danza y en ese corto pero intenso lapso (pandemia mediante) tomó una decisión gruesa: se fue de Esquel un año antes de terminar la secundaria, le dijo hasta pronto a su familia, a sus amigos y con 17 años se zambulló en la Fundación Julio Bocca en Buenos Aires, para formarse como bailarín.
Desde allí compartió su último Video , donde improvisa sin miedo al son de la música y ciertamente conmueve. Más allá de su corta formación, que en el mundo de la danza profesional siempre funcionó como un limitante, Francisco demuestra que se la jugó y rompe todos los esquemas de lo esperable para un chico que egresa este año y está con la cabeza puesta en "una carrera".
Al verlo bailar se me ocurre que no hay nada más honesto que la danza. Revela sin tapujos lo que no se dice, el movimiento singular de cada bailarín, su forma única de ser y estar en un espacio. Aún cuando esté ejecutando la misma coreografía que el de al lado, no puede disimular cómo se para frente al mundo, cuánta es la confianza, la duda, la destreza, o la pasión. Y Francisco tiene pasión.
La bienvenida al arte
A excepción de profesores o alumnos ligados con las artes escénicas, es mínima la cantidad de varones en danza clásica o contemporánea (moderna). Se ven más en danza urbana -a edades cada vez más tempranas- y por supuesto son varios en folklore o tango. Francisco confirma que incluso en la Fundación Julio Bocca, la incidencia sigue siendo bajísima y en Esquel durante su crianza no fue la excepción. "Ni se me cruzaba por la cabeza que un adolescente varón en un pueblo chico podía hacer danza. Después me di cuenta de que el prejuicio estaba solo adentro mío".
"Había hecho de todo, ocho años batería, artes marciales, muchos deportes...en casa mis viejos me apoyaban en lo que yo quería. Siempre estuve muy metido con la música y me gustaba bailar: sentía que el ritmo me curaba, me conectaba, pero nunca vi la danza como algo posible" recuerda.
A los 13 o 14 años Francisco reconoce un punto de quiebre, una etapa de introspección. "Empecé a hacerme preguntas, a conocerme, necesitaba expresarme". La decisión de bailar llegó después de un largo proceso en donde el teatro jugó un rol fundamental para soltar un montón de cargas. Empezó clases de teatro con Luis Bertero en el año 2017. "Me daba miedo estar en un escenario, o lo que podían decir de mí, pero después me abrió psicológicamente, también socialmente. La adrenalina de jugar a ser alguien más. A todos los que tienen miedos o les falta carácter les digo 'empezá teatro, a mí me cambió la vida'".
A partir de estas clases "me empecé a divertir mucho más. Noto que voy por la calle y la gente va introvertida, está como depresiva. Yo voy por el supermercado con una amiga y de repente empezamos a actuar. Con el teatro aprendés a expresar tu alegría, a liberarte". Con el tiempo Francisco tuvo protagonismo en las obras de las fiestas de egresados donde se incluyen coreografías. "Ahí empezaron a conocerme como el bailarín y descubrí un mundo nuevo, aunque sin expectativas. Pero me lo había prohibido tantos años que pensaba 'por qué no disfrutarlo ahora'".
¿Tengo condiciones?
"En agosto de 2019 toqué un instituto de danzas por primera vez. Le dije a mi mejor amiga que quería hacer Clásico (ballet). Preguntamos a la profesora Berta Cuqui Calderón de Anselmo, del Instituto Integral de Arte. No parecía fácil porque son diez años todo el profesorado de danzas, pero me dijo 'probemos'. Empecé a avanzar muy rápido en pocas semanas" recuerda Fran.
"Yo sentía que tenía cosas a favor. Soy alto, hiperlaxo, me gusta saltar y bailar y la expresividad que me dio el teatro. Un día volví a ver Billy Elliot, una película que me había gustado mucho y le hice la pregunta a la maestra: "¿vos me ves con proyección, capaz de llegar a algo más?" porque me preocupaba mucho la técnica. Ella me contestó que sí, que en las audiciones se ven otras aptitudes, que los varones son requeridos en la danza y me quedé impactado. Igual me pidió que espere a terminar el año por el tema del COVID y ahí veíamos qué hacíamos".
En ese momento, fueron importantes los afectos para que se animara a bailar. "Todo mi grupo de pares me dio apoyo. Estoy rodeado de buenas personas. Mis amigos me daban mensajes de aliento y ahí me di cuenta de que lo negativo estaba solo dentro de mí".
En paralelo Fran no perdió tiempo y se anotó con la profesora Agustina Mateos en Contemporáneo y la profesora Estela Murúa en Urbano. "También me animé un poco a árabe, solo para probar cómo era" cuenta. Empezó a tomarse en serio la danza. "Investigaba más, me concientizaba corporalmente, buscaba perfeccionar postura, técnica y rotaciones porque el clásico era el mayor desafío. Empecé a darle más bola a la salud y la alimentación".
Así llegó diciembre de 2020, momento de volver a hablar con la maestra de clásico. "Me dice que si estoy decidido está a una llamada de proponerme para la Fundación Julio Bocca en Buenos Aires. Llamó a las siete, a las nueve ya le habían contestado, un profesor dijo que tenía el apoyo y que tenía la posibilidad de tener la beca".
La vida empezaba a cambiar vertiginosamente. Fran admite que siempre le gustó estudiar, su idea era una carrera ligada con las ciencias naturales. "Siempre pensé en hacer medicina o astrobiología". Quizá por eso la decisión que tomó fue muy drástica. Si bien no es definitiva, sí es trascendental. Francisco confirmó su beca, decidió hacer su último año de secundaria virtual y dejar su vida en Esquel para mudarse a un pequeño departamento en Buenos Aires y entrar al mundo de la danza muy en serio, en la modalidad Formación Profesional del Bailarín.
La Fundación fue creada por Julio Bocca hace 20 años para dar apoyo a jóvenes talentos del interior del país y darles la posibilidad de formarse con maestros de excelencia en todos los géneros: tango, jazz, contemporáneo, clásico con cursadas intensivas de varias horas por día, de marzo a diciembre. Después de un verano con mucha ansiedad, preguntó si la beca seguía vigente por los cupos en tiempos de COVID y le dijeron que sí un 22 de febrero, pero las clases comenzaban el 9 de marzo. Me quedaba una semana para despedirme de mi gente".
"Fue una semana muy intensa de incertidumbre, de llanto, de enojo, de discusiones. De pensar en mis amigos, en la familia...Y acepté, en parte porque agarré tarde la danza y no quería seguir desperdiciando tiempo. A mí me pesaba este mandato de "no podés vivir sin un título" y eso me persigue un poco a veces. A su vez venimos de que el arte es subvalorado en Argentina y da miedo"
Hoy está creando material fílmico propio ayudado por su hermano, relacionado con lo estético, el movimiento y la imagen. Está feliz de su decisión. Con la formación intensiva empiezan a surgir otros proyectos y se abren más puertas. "Pienso seguir un año más. Lo disfruto, progresé muchísimo al lado de bailarines que egresaron del Colón o del San Martín. Pude entrar a unas clases con la maestra de Julio Bocca, eran muy avanzadas, pero ella frenó toda la clase para explicarme de cero. La primera reacción de mis profes es super positiva. Tengo una profe de clásico que me dice 'vos tranquilo que yo te voy a formar bien y vas a llegar lejos'".
"Lo pienso y me emociono. Estoy acá y nunca lo hubiera imaginado"
Fotos y video: gentileza Francisco Camino