Chaitén: 10 años del día que la nieve fue ceniza
Se cumple una década del día que el volcán entró en erupción y cubrió por meses la región con todo el peso de la naturaleza. #HistoriasEQS #Imágen
Extrañeza, sorpresa, adrenalina, pánico, angustia, ahogo...son como mínimo los sentimientos que invadieron a los esquelenses aquel 2 de mayo de 2008. Había explotado el Volcán Chaitén, en Chile y una masa densa y constante de ceniza volcánica había viajado sin pausa los 200 kilómetros al este en línea recta que separan Chaitén de Esquel, pasando por todas las localidades de la zona, tornándolo todo gris, como si quisiera enterrarlo.
Con solo mirar lo que sucedía en las comunas chilenas de Chaitén, Futaleufú, y aledañas, se tomaba conciencia inmediata de la emergencia. Chaitén no solo estaba sumergida en ceniza sino que había desbordado el río, arrasando con más de 500 casas, autos, postes y destruyendo escuelas. En tanto en Chubut, la erupción había provocado un sismo de 5 grados en la escala de Richter, con epicentro a 40 kilómetros al oeste de la localidad de Leleque, afortunadamente sin heridos. Los temblores se sintieron en inmediaciones del Parque Los Alerces y Trevelin.
Aquel día en Esquel se ocultó el sol en medio de la nube de ceniza y los habitantes fueron uno a uno viviendo a su manera este fenómeno desconocido.
"Subí a mi auto distraída esa mañana, pensando que había nevado, en medio de un paisaje silencioso, cubierto por un manto gris. Cuando puse el limpiaparabrisas, vi que lo que se limpiaba no era nieve, sino algo liviano y con otra textura. Me quedé mirando a través del vidrio comprendiendo que algo raro estaba pasando" contaba una pobladora de Esquel.
Otro vecina recuerda con nitidez la nube negra y cómo se hizo de noche en pleno día, "como si llegara el fin del mundo".
De las primeras horas de incertidumbre a la devastadora realidad, se fue conociendo que las comunidades chilenas habían sido evacuadas y se estaba albergando a los pobladores donde se podía. El gobernador Das Neves llegó a Esquel y dispuso el cierre de colegios y aeropuertos. Las rutas, que permanecieron abiertas a pesar de la escasa visibilidad se humedecieron con agua para evitar más suspensión de ceniza.
También se ordenó que el ganado de Chile fuera habilitado para cruzar la frontera a Argentina con supervisión de SENASA y Gendarmería. Los vecinos de Futaleufú y las comunidades más próximas buscaban refugio en el lado argentino, ante lo imprevisible.
Con el correr de las horas, se dio a conocer que la ceniza no era tóxica pero sí podía provocar situaciones respiratorias, enrojecimiento de ojos e irritación de garganta. Por prevención, se dispusieron planes de contingencia en el Hospital Zonal de Esquel para poder proveer a quienes necesitaran de barbijos y colirios. Asimismo, se ordenó el acopio de agua ante la posibilidad de una nueva erupción. Desde el gobierno nacional, enviaron un avión Hércules del Ejército con remedios para distribuir en toda la comarca.
Por la tarde, la nube gris ya se podía divisar desde Comodoro Rivadavia y desde la Dirección de Defensa Civil de Esquel estimaron que para las seis de la tarde ya el 50 por ciento de la superficie de Chubut había sido cubierta por la ceniza.
Las puertas y ventanas se sellaron con cintas de papel para evitar la contaminación permanente del aire, y la vida se limitó a lo mínimo por unos días. Era salir a la calle con barbijo y rogando por que el volcán no volviera a despertar.
Nada fue igual de allí en más. Aprendimos a convivir con la posibilidad que un día un volcán podía entrar en erupción. Tomamos mayor noción del significado de los eventos sísmicos. Entendimos algo más de los procesos naturales imprevistos.
Y del otro lado de la cordillera, los hermanos chilenos nos dieron una lección de vida. A pesar de todo volvieron a empezar.
Fotos: NA, Big Bang News, El Cronista