Los tiempos pasan, y cambian. Antes los chicos jugaban al fútbol en los campitos y se divertían, hacían enojar a las madres porque llegaban llenos de tierra, o con las zapatillas rotas, y se ligaban el reto de los padres porque no hacían los deberes.

Existía una conciencia paterna que se inclinaba mucho mas porque el hijo estudie y se desarrolle profesionalmente como eminente abogado o un famoso médico, que en seguir dándole a la pelota en un "campito de vagos"...........

Eran como decía, otros tiempos. Pasados de moda y en desuso, de los cuales solo queda el grato recuerdo de quienes hoy pasamos por aquellas canchas de tierra con algo de pasto en los costados y con arcos inventados, y nos encontramos con impactantes edificios o suntuosas casas que vinieron a remplazar- son los tiempos modernos- aquellos imborrables momentos.

Ahora, los padres consumen hojas de diario, minutos de radio y de televisión, viendo como aparecen los Messi, los Tévez, los Riquelme o los Cambiasso, que cuando fueron adolescentes comenzaron a ganar millones de dólares a la temprana edad de 18 años cumplidos.

Entonces, cualquier terrestre con un hijo varón se cree que el puede encontrar a un Saviolita que al cumplir el sueño de llegar a primera división, lo aleje definitivamente de las penurias cotidianas y lo pare para toda la vida. Lisa y llanamente, el papá quiere salvarse con el hijo. Y a partir de este concepto, trastocado en su naturaleza y en su esencia, desubicado e inadmisible, empiezan a desencadenarse una serie de acontecimientos que sinceramente, provocan preocupación y se convierten en un terreno fértil para el análisis a fondo de los amantes de la psicología.

Esos padres que se creen que tiene en sus hijos un pichón de Maradona, como si saliera Maradonitas todos los días, empiezan a acompañar a sus hijos, incentivan en ellos la práctica del fútbol y se acercan los domingos a las canchas para ver los partidos de inferiores. Pero es aquí donde surgen de ellos (los padres) aquellas actitudes incomprensibles y cuanto menos desubicadas, que terminan postergando el único objetivo que debe buscarse en los niños a la hora de incentivarlos en la práctica de un deporte y que es el jugar, simplemente JUGAR.

Desde el insulto al referí como si se tratara de barras bravas indeseables, pasando por los planteos a los técnicos porque no ponen al hijo de titular y hasta la reprimenda para el propio chico porque erró un gol estando solo ante el arquero o le pegó mal y erró un penal, forman parte del cúmulo de actitudes y situaciones que se producen en todas las canchas del fútbol argentino.

Pero cuidado que no son los padres los únicos que a veces equivocan el camino.

También nosotros los profesionales que debemos convertirnos en educadores y aprovechar el rato que pasan con los chicos para inculcarles enseñanzas que vayan mas allá del fútbol y los ayuden a desarrollarse en la vida, que nos creemos capaces de convertirlos en verdaderos profesionales a los 11 y 12 años, les enseñamos a prepararse en forma inadecuada físicamente, les enseñamos a "Tirar el offside" o evitar que el rival se luzca con artimañas que son entendibles en el verdadero profesional, cuya ganancia depende del resultado y del éxito deportivo pero nunca en chicos a los que se les debe brindar un único marco que es de la DIVERSION, entendiéndoles y haciéndoles entender, a todos que el resultado, a esa edad, es lo de menos.

Por eso los padres deben entender dos cosas: Primero a sus hijos los deben aceptar y querer como sean, comprendiendo e incentivando sus gustos, si pretender imponerles los de ellos; y segundo, que hay edades para jugar y otras para competir. Y nadie, ni siquiera ellos, pueden acelerar los tiempos, si es que después no quieren arrepentirse.

Una oportunidad para jugar, por favorUna oportunidad para divertirme, por favorUn entretenimiento más acorde para mi edad, por favorUn interés por lo que pienso, por favorEn definitiva, una planificación para mi futuro, por favor

UN NIÑO