La noticia generó conmoción en toda la provincia, aunque sabíamos que el final se acercaba.

Muchas veces me pregunté si habrá pasado por su cabeza lo que ahora estamos diciendo.

No había muchas cosas fuera de cálculo para Das Neves. Salvo la muerte. El dolor seguramente fue físico, pero no dudo que lo más mortificante para el gobernador fue ver cómo su cuerpo no acompañaba a su mente, su enorme lucidez.

"Paulaaaa

¿Cómo le va gobernador?

Acá vamos..... ( hace un silencio) sobreviviendo"

Este fue el principio de una charla previa a una nota. Una de las últimas.

Luego de eso nuestro tradicional  "al aire derecho gobernador" le decía y salimos. En lo personal no tuve condicionamientos, también debo decirlo. Pero sé que no era fácil. Tuvo una relación tensa con el periodismo en diferentes momentos de sus mandatos. Después, lo fue manejando, quizás haya entendido que éramos necesarios y que esa necesidad era de ida y vuelta. Que un gobernador no atienda el teléfono le duele  a cualquier periodista. Y  él lo  sabía y lo hacía sentir, hasta último momento.

Das Neves no tenía vueltas y no sabía, ni le importaba disimular.

Sin dudas fue un político de raza, pero primero fue un cabrón, porque no se podía ser de otra manera para enfrentarse al poder. Léase bien, fijaba objetivos, un camino para lograrlo  y avanzaba. Podía detenerse a repasar el escenario cada tanto, pero los movimientos eran funcionales a la meta.

Y así fue que discutiendo poder, creó poder. Tenía una visión de las preocupaciones de la gente y un olfato para detectar lo que desvelaba al chubutense como pocos.

Un hombre que no tuvo medias tintas, que cometió errores y que tuvo muchos aciertos. Pero que gozaba del don de mirar a los ojos e interpretar al otro, un ejercicio político que no abunda. Eso, ni más ni menos lo hace irremplazable.  Y quizás sea ese punto la base de la discusión que hoy comienza.

Hasta siempre Mario, mi respeto de siempre Señor Gobernador.

Paula Moreno