Verena y Christoph,viajeros varados que hacen de Esquel su hogar
El viaje de su vida: un año por Sudamérica se interrumpió por el COVID. De paso por Esquel quedaron varados. Llevan tres meses instalados, viven el día a día y no saben cuándo van a continuar.
Por Milagros Nores
El itinerario era flexible, pero Esquel no estaba en sus planes. Son extranjeros varados por el COVID19, obligados a detener la marcha y recalcular. Verena (31) y Christoph (30) son de Berlín. "Los alemanes" como les dicen en los controles, suman una estadía de tres meses en Esquel y ya se sienten un poco en casa.
La joven pareja pasó circunstancialmente por Esquel desde el sur del país para comprar víveres y cambiar cubiertas un día antes del cierre de fronteras. Tenían un largo viaje por delante, hasta Colombia. Pero en un control policial, se enteraron que ya no podían avanzar, su viaje se interrumpía en el lugar menos pensado.
Se trata de una aventura largamente planeada: un año recorriendo Sudamérica. Llevaban cuatro meses de viaje cuando la cuarentena los forzó a parar y después a instalarse, algo impensado en su plan original. Para el viajero, cambiar de rumbo es una decisión cotidiana, pero cuando desaparece la libertad de decidir la próxima parada, esa incertidumbre no se parece a nada.
#EnVideoEQS saludan a los esquelenses y destacan la hospitalidad de sus vecinos:
"Cuando comenzamos nuestro viaje en noviembre, no existía el COVID" me explica Verena. Es profesora de educación especial. Ahorró durante largo tiempo para este proyecto. Christoph tiene una empresa de carteles con sus amigos y puede trabajar a distancia. "La idea era hacer el viaje únicamente por tierra y mar. No nos gusta volar. Salimos de Berlín a Barcelona en bus en noviembre; de ahí a Brasil por mar. Habíamos averiguado para viajar en barcos de carga e incluso como marineros en una tripulación, pero era mucho más caro. Finalmente lo hicimos en crucero hasta Salvador de Bahía en un viaje que duró dos semanas" relatan.
Recorrieron Brasil durante dos meses y se anotaron como voluntarios en Minas Gerais para plantar árboles. Luego continuaron su viaje hasta Iguazú, donde pasaron las fiestas y cruzaron hasta Santiago de Chile, hasta Cochrane, en el sur. "Es el único país que te permite comprar un auto a un buen precio para cruzar fronteras y luego venderlo" explica Christoph. Adquirieron una camioneta que se hace cama y tiene un pequeño estante para cocinar en la puerta.
Bajaron hasta Ushuaia, y de ahí comenzaron a ascender hasta Torres del Paine, Calafate, El Chaltén. Son aficionados al senderismo por las montañas pero "no estábamos preparados para este invierno. Viajamos con diez kilos de equipaje cada uno y no tenemos ropa adecuada. En un momento se puso muy frío para dormir en el auto o en carpa" explican.
En todo ese tiempo, mucha naturaleza y largos caminos, no había noticias de la marcha del COVID en Argentina. "Cuando quedamos varados en Esquel pensamos que era por unos días. La idea era seguir a Bariloche, Mendoza, desierto de Atacama en Chile, de ahí a Bolivia, Perú y Colombia" enumeran.
La cuarentena forzada llegó después de cuatro meses de viaje. Faltaban ocho y ya detuvieron la marcha más de tres meses. "En el primer momento, decidimos quedarnos en la laguna La Zeta. Estaban ahí una pareja de franceses y una de argentinos. Un día le robaron la carpa a los argentinos. La policía venía seguido a vernos, pero un día nos dijo que no era seguro ni posible seguir quedándonos allí". Se instalaron en un hostel hasta que conocieron a "Guingui", vecina de Esquel que les ofreció su departamento y su amistad.
"El primer día que dormí en una cama fue lo mejor que me pasó en este viaje" relata Verena con alivio. Viven su día a día con aceptación, rodeados de un pequeño círculo social que van ampliando. Compartieron el departamento un tiempo con los franceses hasta que estos lograron subirse a uno de los charters especiales y se fueron, hace alrededor de un mes.
"Al principio fue muy relajante instalarnos aquí porque habíamos viajado mucho y muy rápido, fue como un buen descanso, pero luego no saber qué pasará después fue más difícil y poco a poco se convirtió en la vida diaria y la rutina" comentan.
Christoph trabaja de 9 a 12 por la mañana y luego practican yoga, hacen caminatas, cortan madera para su chimenea, leen e investigación sobre la zona. "Buscamos agua de la vertiente todas las semanas. También fuimos a recolectar rosa mosqueta y la estamos secando. En Alemania hay pero no se usa como aquí en tés, aceites o dulces. Estamos sorprendidos de todo lo que se puede hacer". Ambos son vegetarianos y aseguran que acá "se consigue lo mismo que en Alemania para cocinar". Por otra parte, no hablaban nada de español, así que organizaron dos veces por semana clases con la profesora Mirta Landeira.
Por estos días, comienzan a salir un poco más para vivir la zona, la naturaleza y las montañas a medida que hay más permisos para realizar actividades. "La ropa es un problema, ahora nos hemos comprado algunas cosas de abrigo, pero no queremos ni podemos acumular demasiado".
"En este momento no necesitamos ayuda. Estamos en contacto con la familia y en un grupo de WhatsApp con otros alemanes con los que intercambiamos información y compartimos experiencias. Sabemos de unos alemanes que tuvieron que dejar el auto chileno en Buenos Aires y se volvieron. No es la mejor solución. Esperamos poder cumplir con eso y volver a cruzar a Chile en algún momento. Está claro que ya no podremos continuar nuestro viaje como estaba planeado".
Verena revela que "vamos día a día. Sería lindo poder viajar en pocas semanas pero es un problema de lujo que tenemos. Hoy es un privilegio viajar".
Al final de todo, no descarta que Esquel sea un buen lugar para quedarse un tiempo: "¿por qué no? tengo tiempo para practicar y mejorar mi español. Si abren las escuelas especiales en agosto quizá haya posibilidades".