La gesta de los tulipanes en Trevelin, la tierra prometida
El único campo de tulipanes del país está en Trevelin y el esplendor de sus colores conmueve los sentidos. Su productor abre las puertas de este delicado cultivo.
Por Milagros Nores
En la chacra que la familia Ledesma tiene en las afueras de Trevelin existe uno de los secretos mejor guardados de la producción de flores: el primer y único campo de tulipanes del país, a la manera de los holandeses. En los últimos dos años se transformó en un recurso turístico de gran valor para la región, y no por ser un emprendimiento nuevo.
Más bien es pionero. Lleva 23 años de callada dedicación familiar en la chacra del paraje Nant y Fall, en el km 52 de la Ruta 259 camino a Chile. Allí aprenderemos que "Los tulipanes son un mundo aparte, un cultivo que no se parece a ningún otro".
El rostro de Juan Carlos, curtido por el sol, no admite confusiones: el tulipán "no sale solo", como podría imaginar cualquiera. La visión idílica de flores alineadas pincelando la tierra en múltiples colores contra la cordillera de los Andes, se parece mucho a una recompensa por años de sacrificio, constancia y, como nos contará más adelante, una solitaria tarea, que trajo sinsabores pero a la larga también beneficios.
Cientos de visitantes se acercan a este campo durante el único mes que abre al público, entre octubre y noviembre, sólo para recrearse la vista en este rincón de la Patagonia, recorriendo los senderos entre las delicadas flores, que luego de la temporada turística se cortarán para comenzar la etapa productiva.
Ficha Técnica del Campo de Tulipanes
Emprendedor: Juan Carlos Ledesma y familia
Actividad: cultivo y comercialización de tulipanes.
Antigüedad: 23 años
FB: Tulipanes Patagonia
#EnVideoEQS, mirá al hombre detrás de este exclusivo recurso para la zona, Juan Carlos Ledesma
Un comienzo para muchos, resultados para uno solo
Juan Carlos se instaló en el campo familiar que pertenece a la familia de su madre. "Somos la cuarta generación en esta tierra" dice orgulloso. Actualmente, el campo de tulipanes se ubica en tres hectáreas, y como es un cultivo rotativo, sólo se vuelve al mismo lugar luego de cinco años. En el proceso, se planta avena, trigo y cebada.
La familia tiene dedicación exclusiva a la producción, con ayuda de los hijos, amigos y empleados de temporada, y desde hace varios años los tulipanes son su medio de subsistencia, a través de la comercialización de los bulbos al mercado interno.
El tulipán, flor típica de Holanda, encontró en Trevelin su segundo hogar. Juan Carlos diría el clima ideal y la tierra justa, porque después viene todo lo demás, que no es poco. "Cuando llegamos a esta chacra pensábamos que para trabajar en agricultura solo necesitabas tierra y resulta que muy pronto nos dimos cuenta de que con la tierra solamente no se llega a ningún lado, que todo requería una gran inversión, y bueno esa inversión se fue haciendo a lo largo de los años" relata.
-¿Cómo surgió emprender en este cultivo ?
Nos habíamos instalado y estábamos buscando alternativas para esta chacra. Empezamos con un tambo de vacas, de cabras, hicimos vivero y verduras, y siempre lo que estaba relacionado con flores. Los primeros bulbos se los compramos a Eggman. Un día, llegó un plan de la provincia de incentivo a distintos tipos de producciones, entre ellas tulipanes. Y nosotros supimos aprovecharla. Obtuvimos los primeros 30 mil bulbos, que venían de Holanda y arrancamos.
-Es decir que comenzaron varios, pero solo quedaron ustedes. ¿Por qué pasó eso?
El gobierno vendió a varios los bulbos en toda la provincia. Había que plantarlos y después se podían vender a Holanda. Yo hago mi propio análisis: es un cultivo sumamente complicado, no es como hacer lechugas ni papas. Esos bulbos había que esperar un par de años para que crezcan y lleguen al tamaño comercial.
Pero además, vos los doce meses del año estás con los bulbos, así estén en tierra, o en la cámara, tenés que cuidarlos siempre. No es lo que uno se imagina: que plantás en el otoño, cosechás en el verano y se terminó la temporada. Esto es una producción intensiva y tiene que ser de calidad. Los bulbos los compra un especialista, que puede ser un floricultor o un productor de plantines.
¿Qué tipo de inversión se necesita y qué financiamiento has tenido a lo largo del tiempo?
Como en toda producción necesitás riego, maquinaria, tractores, cámara para acondicionar los bulbos y conservarlos en temperaturas controladas, con cierto grado de humedad. Nunca tenés todo lo que necesitás. Ahora sueño con un empaque más grande, más práctico, unos cajones que te permiten trasladar los bulbos de otra manera.
El financiamiento siempre fue propio. No hay acompañamiento productivo porque simplemente ningún organismo se va a capacitar para asesorar a un solo productor. Es un emprendimiento que estuvo siempre solo. Cada vez que viene un grupo de holandeses se admiran de que estemos solos, que no tengamos con quién compartir un problema. Ahora tengo un grupo de amigos holandeses con los cuales consulto.
Entonces el rubro en sí requiere también de inversión en conocimiento que nosotros lo logramos en Argentina a través de los años, porque no tenés un lugar donde aprender sobre bulbos de tulipanes.
-¿Quién te fue formando en el conocimiento?
-Cuando la provincia empezó venía un par de veces por año un técnico holandés. A él le sacábamos el jugo, después pudimos viajar, y ahora una vez por año contratamos un especialista holandés que viene y nos enseña en terreno directamente.
De métodos, multiplicación y venta
"Tenemos 27 variedades, tampoco vas a ver eso en ningún otro lado, porque también requiere un manejo diferente de cada variedad. Yo compro las variedades a Holanda, pero adaptar cada variedad te lleva un par de años y después tenés que multiplicarla, y ese proceso puede llevarte cinco años", cuenta.
Antes el corte de la flor se hacía a mano, ahora la corta una máquina y aún así quedan varias que se sacan una por una, a mano. Para cosechar, los bulbos se levantan con una red que está enterrada. Los chiquitos se vuelven a plantar y los que llegan a tamaño comercial son los que se venden.
La tecnología también se aplica para identificar las variedades y poder acopiarlas por separado. Se utiliza un dron que toma imágenes aéreas y delimita la correcta ubicación de cada una. Además, están las estacas en cada línea, pero son más susceptibles de perderse. Luego viene la etapa de acopio, limpieza y empaque.
-Cómo viviste la explosión del turismo y cómo funciona para ustedes como unidad de negocio?
-La apertura al público fue un proceso, y hubo años que no funcionó. Nosotros dejamos abierto un mes pero lo ideal sería no menos de quince días con flor. Porque cuanto más tiempo tenemos las flores a la vista perdemos producción abajo, vamos perdiendo tamaño de bulbo.
Estamos analizándolo todavía, por ahí puede venir mucha gente y uno dice guau, qué locura el turismo, pero a la vuelta del año habría que hacer un balance de si es conveniente o no perder producción o seguir avanzando con el turismo. Para las visitas lo ideal sería tener un cultivo aparte y dejarlo ahí en tierra.
-¿Qué fue lo mejor y lo peor de emprender?
-Lo peor fue una inundación que nos tapó todo el cultivo. Pensábamos que nos quedábamos sin nada. Nos quedamos con muy poco, pero remontamos. Y el volcán Chaitén, teníamos seis hectáreas justo muy pegaditas a un faldeo. Cuando cae la ceniza hace una capa impermeable y toda el agua que caía en la ladera iba directo a la parte plana y ahí se estancó. Quedó todo el invierno prácticamente bajo agua. De seis hectáreas bajamos a una y media.
También las inclemencias políticas. Contra eso no se puede. Pero no me quejo. Es la realidad.
Sobre lo mejor, en nuestro caso hubo varias etapas. Si me decís al principio lo mejor era soñar. En Argentina aprendés que tus sueños no terminan nunca igual. Vos te proyectabas y decías "quiero un cultivo de 20 hectáreas con un empaque acorde, exportando", eso fue mi gran sueño. Y bueno después la realidad te hace ver que eso no es tan simple. Si lo quiero hacer me voy a Chile. Pero yo vivo en Argentina y en Trevelin. Amo este lugar.
Después nos fuimos acomodando al mundo real. Eso sería lo mejor: la satisfacción de haber cumplido, dejamos la vida en este proyecto y sabés que nada es inmediato. Es mi mensaje a los más jóvenes. Los que vayan a emprender que no bajen los brazos porque nada se logra de un día para otro, tampoco de un año para otro. Son unos cuantos años y hay que aguantar querer abandonar, los dos o tres primeros años decís "no va", pero hay que seguir. La constancia es fundamental en cualquier proyecto .
Audiovisual y fotos: Cordillera Creativa