En el día del cumpleaños de Esquel rescatamos este dulce rincón que guardan en la memoria varias generaciones. El pequeño kiosco de la plazoleta de Av. Alvear, frente al Banco Nación, perteneció a una generosa vecina de Esquel, la nona Callegaro y hoy lleva su nombre.

En esa casita histórica, dejó su huella entrañable Ángela Pagani de Callegaro. Por la ventana del kiosco, la nona asomó su sonrisa durante por lo menos cuarenta años y nunca le negó un caramelo a un niño.

La historia del kiosco nació en un paseo de Ángela con su marido por esa avenida. Estaba embarazada de su segunda hija. A la pregunta de qué quería de regalo para cuando naciera la bebé ella hizo un pedido insólito: "ese kiosco". Y él cumplió su promesa. Cuando nació su hija, le regaló el kiosco que ella atendió personalmente durante gran parte de su vida.

La nona del Kiosco de avenida Alvear y los pequeños vecinos que llevaba a pasear

La nona estaba siempre en el kiosco, rodeada de niños, mientras tejía y miraba la gente pasar. Su hija Mariuccia Callegaro recuerda la fascinación de la nona por mimar a los niños, que además era recíproca. "Se conocía a todos los chicos, venían con sus manitos listas para recibir los caramelos y ella sabía qué color le gustaba a cada uno". recuerda.

Su preocupación por los más humildes la mantenía ocupada con donaciones regulares de leche, leña, o chocolate, que recibían los chicos del Patronato. Mariuccia recuerda que le decían "la nona dulce o la nona de los caramelos".

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Para la nona, el kiosco fue un motor de vida. Antes de morir comunicó a su familia su voluntad sobre el destino del local: "pueden alquilarlo, pero a cambio pidan una caja de leche para los chicos". Actualmente, la casita funciona como refugio de un transformador de la Cooperativa 16 de octubre, pero lleva su nombre inscripto. Como homenaje a su generosidad, la familia decidió donar el lugar, con la condición de que se mantuviera con los colores de la bandera italiana:

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