El Dogo Argentino y un rastro que nos trae a Esquel
La primera raza de perros del país se gestó en Córdoba y se afianzó en Esquel. Uno de sus mentores, Agustín Nores Martínez moldeó en la cordillera el dogo cazador. #EnVideoEQS
No conocí a mi abuelo, Agustín Nores Martínez. Pero he descubierto que al pronunciar su nombre llega siempre una anécdota curiosa o sorprendente.
Al parecer, hay muchas formas de nombrarlo. Agustín era un abogado cordobés, escritor, peronista a ultranza, protagonista de la rebelión de La Pampa para traer a Perón nuevamente al poder en el año 1956 junto al Capitán Philipeaux; pero también apasionado de los animales y los niños, andinista y baquiano, generoso anfitrión en su hogar de Nido de Cóndores de Esquel, cazador y viajero que tenía tiempo para innumerables aventuras mientras ejercía una carrera judicial que lo llevó por todos los rincones del país.
Las hazañas y relatos que rodearon la vida de este personaje que habitó nuestra ciudad en 1937 y luego definitivamente desde 1957, se agrandan o diluyen según el interlocutor. Algunas, rozan lo fantástico: un puma que pasea por Esquel en un auto vestido con ropa de Casa Analy; un oso que viajó en Jeep Ika de Córdoba a Esquel lamiendo el cuello de un sobrino aterrado...
Los adultos de hoy, niños de ayer, visitaban ese "zoológico" que funcionaba en su casa "Nido de Cóndores" y se quedaban tardes enteras jugando al tenis, dentro de su pileta o tomando el té que servía Leda Martínez, su mujer, junto al Puma Napoleón, el oso Tatín, guanacos, cóndores y, por supuesto, perros.
Una de esas hazañas, sin embargo, signó la vida de Agustín: seguir el sueño de su hermano Antonio de crear una nueva raza de perros a partir de un perro denominado "Perro de pelea cordobés". Una ambiciosa y titánica tarea que iniciaron juntos con tan solo 17 y 18 años y a la que dedicaron toda su vida. Antonio murió trágicamente en el año 1957, y a partir de allí los esfuerzos de Agustín se centraron en la continuidad de la obra.
La huella del dogo
"Un perro valiente, cazador de caza mayor, amigo de los niños, sociable con sus congéneres y guardián de nuestros hogares" explica Agustín en su último libro "La Historia del Dogo Argentino" editado en 1978, año en que falleció.
"Aún recuerdo como si fuera ayer- y han pasado cincuenta años largos- el día en que veníamos de presenciar una pelea de los viejos perros de lucha cordobeses, cuando mi hermano Antonio me confió por primera vez su idea de hacer una nueva raza de perros para caza mayor, a cuyos efectos iba a aprovechar el extraordinario valor de esos verdaderos gladiadores caninos, que eran los sufridos perros de combate, mezclándolos con otras razas que le dieran altura, olfato, velocidad, instinto cazador y sobre todo que les quitara ese afán combativo con sus congéneres, que los inutilizaba para cazar en jaurías, que los hiciera un perro sociable y capaz de vivir en libertad, en familia o en estancias. Que conservara el gran valor de la raza primitiva, pero aplicado a un fin útil y noble: la caza por deporte o la exterminación de alimañas".
Diez razas contribuyeron con su sangre, en diferentes épocas, para formar el dogo actual, aportando su singularidad: altura, talla, color, olfato, carácter, velocidad y demás.
Esquel fue clave en la consolidación de la raza
Agustín relata en su último libro que "Entre 1953 y 1956 mi hermano Antonio me fue llevando a La Pampa sus mejores dogos adultos y cachorradas enteras que fui repartiendo en las estancias de la región".
Desde entonces, Agustín emprende la segunda etapa de la raza. En su libro fundamenta la necesidad de inyección de sangre nueva debido a que la raza corría riesgos de extinguirse si continuaban los problemas de consanguinidad, tara de sordera, perros que perdían altura, entre otros. Durante diez años hasta 1964 en que le es reconocida la raza por la Federación Cinológica Argentina, inicia un registro genealógico propio, del que salieron casi todos los dogos de pedigree que existen.
Esquel entonces, resultó la segunda cuna y escenario de la recuperación de la raza, como también de la consolidación del instinto cazador del dogo.
El Dr. Eduardo Samamé, cordobés radicado en Esquel en los años ´70, protagonizó la crianza de dogos y fue un entusiasta cazador y amigo de la familia. "La primera idea que tuve de Esquel fue al ver una foto en una revista de perros en donde salía un trineo tirado por dogos que era de Agustín. Ya en Córdoba se hablaba de que recorría el país en un Citroen 2CV cargado con perros. Solo hay que imaginarse lo que era un viaje de Córdoba a Esquel en esas condiciones".
Eduardo se introdujo en el mundo de los dogos y tuvo varias perras con Ichiro Nores, mi padre, para uso personal. Sin posibilidad de abarcar a todos, recordamos algunos amigos y conocidos que tuvieron dogos en aquella época: Elías Owen, Manuel Eyo y su hijo Jorge, Familia Side en Fofo Cahuel; Sr. Rosales en Los Alerces; Sra. Maricar Repetur; Sr. Gustavo "Biyo" Fernández, y tantos otros.
De los perros de Agustín destaca "que eran perros probados, de buena herencia y en su actitud funcional plena, que es cazando". Pero además, resalta el carácter del dogo en el seno familiar, como perro de compañía. "Nuestros hijos se han criado con dogos, les han sacado la comida de la boca a estos perros y nunca tuvimos un problema de agresión hacia los dueños".
"La gran pelea que dio Agustín fue con el Kennel Club Argentino -continúa Eduardo-para que se reconociera la raza y se abrieran los registros de pedigree porque había una señora que pretendía que la raza se abriera genéticamente acreditando la pureza de todas las razas que intervinieron, cosa imposible, porque la base era el perro de pelea cordobés que era una mixtura de perros que iban dando resultado y como no había una preocupación por la funcionalidad ajena a la pelea, a lo mejor había perros sordos, con manchas, etc. Cuando definieron el standard hubo una preocupación para que el perro tuviera no solo las características morfológicas adecuadas para la función de cazar sino que le desaparecieran todos esos vicios que tenía el perro de pelea".
Más adelante, relata la significación que tuvo Esquel en la consolidación de la raza #EnVideoEQS
El dogo que vela la tumba
A fin de 2018 cumplimos la última voluntad de mi abuelo en el cementerio de Esquel. La escultura poderosa de un dogo creada por Tomás Schinelli cubre nuevamente su tumba -la primera no sobrevivió a los años ni al vandalismo-.
"Es mi última voluntad que una cruz rústica y la figura de un dogo que velara mi sueño estén en mi tumba en el lejano rincón de la cordillera donde descansarán mis huesos"
Su deseo me atravesó cuando regresé a Esquel y me paré frente a una tumba vacía. Necesitaba trazar un puente hacia ese abuelo a quien no recuerdo, pero flota en anécdotas que siento propias y me permitieron imaginarlo y caracterizarlo.
Después de todo, yo tampoco recuerdo un día de mi infancia sin estar rodeada de dogos: puros, semi-dogos, de a varios, corriendo detrás de mí y mis hermanos en el campito, o tras una lancha, o arriba de una cama buscando amor.
Dogos. Siempre dogos.