Sueños de progreso: relatos de una familia española en Esquel
Con la ilusión de un futuro, los Ranedo-Moreno fueron llegando a Esquel desde León para dedicarse a los Ramos Generales. El relato en primera persona de Tivina Moreno.
Por Milagros Nores
Ser maestra, un sueño de pequeña para Primitiva "Tivina" Moreno Ranedo, pero un imposible en la España de posguerra, más para la menor de siete hermanos de una familia de pequeños ganaderos y agricultores del pequeño pueblo de Cegoñal, Provincia de León, España.
"En casa no había dinero para que estudiemos todos" confiesa esta españolísima esquelense que nunca perdió el acento. Su familia estaba partida, sus padres en León, pero varios habían emigrado a Argentina y a Esquel. Una remota comunidad que a la distancia y ensalzada por las cartas de tíos, hermanos y primos, parecía un oasis de oportunidades.
Tivina, casada con "Monchi" Antón y madre de tres hijos, es parte de esta conocida familia de inmigrantes españoles que se afincó en Esquel entre 1915 a 1962 y se dedicó al comercio: los Ranedo y los Moreno. Al ser la más pequeña de la saga, pudo reconstruir cómo fueron llegando a una incipiente ciudad y paulatinamente establecieron tres Ramos Generales en distintas esquinas: Casa Ranedo, La Leonesa y Casa Moreno.
Pero primero, recuerda su propia historia.
Niña Coraje
"En el año 1960 mi hermano Bonifacio le escribe a mis padres y les dice que hay muchas posibilidades en Esquel, que hay magisterio gratuito y que ellos estarían dispuestos a pagarme el pasaje en el barco. En ese momento yo tenía 11 años".
"Cuando me lo dijeron a mí, bailaba en una pata. Iba a poder ser maestra. No tenía ni idea lo que era esto -aclara sobre Esquel y se sonríe- Yo sabía que era muy lejos, nada más. Ahí comienza el papeleo, primero que yo era menor y los papeles tardaban. Mi mamá no quería saber nada". Tivina quedaría bajo la tutela de su tío Aurelio Ranedo, nacionalizado argentino y con quien iba a vivir en Esquel.
Se despidió de sus padres a los 13 años y se embarcó sola, a cargo del capitán, hacia su destino: Esquel.
"Me subí al barco el 22 de febrero de 1962, y navegamos durante 19 días. En el camarote me hice una amiga de mi edad. Ella viajaba con su tía, que la traía a Argentina. Me salvó su amistad, porque tenía días que extrañaba mucho mi casa". La emoción la embarga al evocar ese momento: "Llego a Buenos Aires, miro para atrás y como me ves, llorando... Había perdido en un día todo: padre, madre, hermanos. Ahí me subí a La Trochita y solo recuerdo que no llegábamos más a Esquel".
#EnVideoEQS el dolor de dejar a sus padres por su ilusión de ser maestra:
Apenas pisó Esquel, Tivina tomó dimensión de la decisión que había tomado. "Me quería volver. Yo había dejado de ver a mis hermanos mayores a los 9 años. Y ahora, no los reconocía. Venían a saludarme, miraba las caras y ya no eran los mismos. No parecían mis hermanos" confiesa Tivina de su primer impacto.
"Esquel era una ciudad de 5 mil habitantes, con una luz en cada calle, sin asfalto" recuerda.
Se quedó a vivir con su tío Aurelio y su tía Natividad. "Para mí mi tío fue un ángel: un padre, una madre, un hermano, un amigo. Era un autodidacta, un hombre que se superaba permanentemente, que ayudó a todos los sobrinos que vinieron a poner sus propios negocios".
"Aquí nadie canta" pensaba "la galleguita", que no era gallega.
Las primeras impresiones de la ciudad de Esquel.
El primer tiempo fue duro, pero Tivina se acomodó rápidamente al ritmo del magisterio. Ayudaba a sus tíos en el negocio, visitaba a sus hermanos y jugaba con sus sobrinas. Muy frecuentemente, su tío Aurelio le recordaba que no dejara de escribir a su madre. "En esas cartas siempre las cosas estaban muy bien, para no entristecer a mi madre".
Bajo estricta supervisión tenía algunos permisos para disfrutar de la intensa actividad cultural y social que había. "El cine Armonía y La Española sobre todo, eran dos espacios que congregaban mucho: películas, carnavales, danzas españolas. A la tardecita, siempre alguien pasaba a saludar".
Tras cinco años, llegó el premio a su audacia. Se recibió de maestra y comenzó a trabajar inmediatamente. A su papá, nunca más lo volvió a ver. A los diez años de vivir en Esquel pudo volver a España a visitar a su madre.
La llegada de los mayores y el anhelo de la prosperidad
La mística de la remota Argentina se transmitía a través de regulares cartas que envalentonaban a otros miembros a migrar. El pionero fue José Ranedo, un tío abuelo de Tivina, que llegó en los primeros años del 1900 por el petróleo, a Comodoro Rivadavia. "Seguramente en España ya se corría la bola de que había mucho trabajo en Argentina" reflexiona Tivina. El asunto del petróleo no funcionó y José se radicó en San Antonio Oeste. Desde allí mandó a llamar a su mamá, que no vino sola. Traía a un sobrino, Aurelio Ranedo, a quien criaba. Pero Aurelio cambió de rumbo y se instaló en Esquel.
Ranedo fue un hombre que participó activamente en la vida cultural y social de Esquel a través de la Sociedad Española, de la que fue presidente y a la que dedicó grandes esfuerzos.
Aurelio Ranedo "El Tïo" de todos y todas
En el año ´34 Aurelio viaja a España y trae a su hermana soltera, Natividad. Su negocio, Casa Ranedo, estaba ubicado en Av Alvear, junto al actual Club San Martín, en donde también construyeron su casa. La comunicación por carta con la familia continuaba, para acortar distancias y nostalgias. Hasta que Natividad Ranedo, en el año ´54 hace un viaje a España y allí decide proponer a los sobrinos que vengan a vivir a Esquel.
Los primeros que toman coraje son la pareja de Ovidio Moreno y Nieves Román Ranedo, padres de Consuelo Moreno y de la periodista y directora de EQSnotas.com, Paula Moreno.
Ovidio se estaba formando en aviación de la Guardia Civil para paracaidista y Nieves era modista de alta costura. Fueron los dueños del Ramos Generales La Leonesa. También tiempo después vino Adelina Román, hermana de Nieves que trabajó un tiempo en Casa Los Vascos, hasta que decidió regresar a su León natal. Hasta el último de sus días llevó a Esquel grabado a fuego en sus mejores recuerdos, pero la distancia no era sencilla de soportar.
Luego, llegaría el turno de la hermana de Tivina, Consuelo y más tarde otro hermano, Bonifacio (Facio) junto a su mujer Josefa. Ellos fundaron Casa Moreno, un mítico comercio que sobrevivió al paso del tiempo, pero también al dolor por el dramático fallecimiento de un disparo de la mujer de Bonifacio, durante un intento de robo.
Junto a su hermano, Tivina se hizo cargo del negocio y de la pequeña Julia, hija de ambos, sosteniendo con amor a ese viudo joven, que siguió trabajando de sol a sol. Recién cerró sus puertas en 2018, con el cariño y el reconocimiento de los vecinos que se acercaron a saludar a Don Moreno.
Bonifacio, al igual que Nieves, Consuelo, o Tivina, se quedaron en Argentina contra viento y marea, donde el trabajo mandaba y los afectos sustitutos compensaban el destierro. A pesar de su dedicación a la familia y a los vaivenes del país, Tivina no tiene dudas, como aquél día que se subió a un barco. "Amo este país, no lo cambio por nada".